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LA EDUCACIÓN SENTIMENTAL DE BOB DYLAN

El cantautor Premio Nobel publica un libro sobre las canciones de su vida

Francisco R.Pastoriza

         Aunque el título del libro sea un tanto pretencioso, me resultó interesante la lectura de  “Filosofía de la canción moderna” (Anagrama) de Bob Dylan. Para hacerla más atractiva decidí escuchar simultáneamente cada una de las canciones a las que el autor dedica los 66 capítulos de este libro (están todas en Spotify), ya que muchos de sus intérpretes me eran desconocidos (muy pocos habrán oído hablar de Johnnie and Jack, Johnny Paycheck, Uncle Dave Macom, Charlie Pool) y muchos discos sobre los que escribe nunca se editaron en España. Les recomiendo el método porque la experiencia resulta así más gratificante.

Las que Bob Dylan analiza, comenta y a veces contextualiza en “Filosofía de la canción moderna” son las canciones que acompañaron su vida, sobre todo sus primeros años, los de su decisiva formación musical. Casi todas son norteamericanas y predominan los géneros más populares allí durante el siglo pasado. Hay mucho country, mucho blues y rithm and blues, mucho rock and roll y todas sus variantes (rockabilly, country rock, pop rock), algo de soul, muchas baladas, algún que otro crooner (Frank Sinatra, Perry Como, Dean Martin, Bing Crosby), algún musical, algunas canciones de películas… casi todos intérpretes norteamericanos (sólo cuatro mujeres, lo que ya ha desatado críticas del feminismo por supuesta misoginia), aunque también hay dos grupos británicos, The Who y The Clash. Nada de Beatles, Rolling ni Clapton. De los americanos echo de menos algo de Neil Young. Sorprende la aparición de Domenico Modugno y su “Volare” entre los temas preferidos de Dylan. Pero también están los grandes. Elvis Presley, por supuesto, y los rockeros de los años cincuenta: Little Richard, Carl Perkins…. Están Roy Orbison, Ray Charles, Cher, Johnny Cash, grupos como Grateful Dead, Allman Brothers y The Eagles… pero por regla general Dylan evita seleccionar grandes éxitos y prefiere canciones menos conocidas. Y además tiene buen gusto y, por descontado, amplios conocimientos musicales.

No hay un orden establecido en los capítulos de este libro. Ni cronológico ni alfabético ni por géneros. Abundan las canciones de los años cincuenta y sesenta, pero el periodo abarca desde los años veinte (“Keep My Skillet Good and Greasy” es de 1924) hasta el 2000 (la más reciente es “Nelly Was a Lady” de Alvin Youngblood Hart, de 2004). Y además muy pocos intérpretes repiten (Bobby Darin, Willie Nelson). Dylan se dedica a elegir aquellas canciones que han significado algo para él, para su generación o para la historia de la música y a hablarnos de ellas y de sus intérpretes desde un punto de vista muy personal. Canciones protagonizadas por predicadores, prostitutas y vagabundos, por ladrones, asesinos y forajidos… por amantes despechados.

Pero ¿qué hace Bob Dylan con todas estas canciones?. Sería exagerado decir que hace filosofía sobre sus letras, sus mensajes o las vidas de sus intérpretes (de ahí que piense que el título es presuntuoso). Pero reflexiona y nos hace reflexionar acerca de algunos problemas sobre los que tratan esas canciones (bueno, eso es también filosofía). A veces las letras no hablan exactamente sobre lo que Dylan reflexiona, pero el cantautor aprovecha los temas para exponer sus propios puntos de vista. La soledad (“Pump It Up” de Elvis Costello), el sexo (“Poison Love” de Johnnie and Jack), el fracaso (“Detroit City Blues” de Bobby Dare), la vejez (“Old and Only in the Way” de Charlie Pool), la guerra (excelente el texto que dedica a “War” de Edwin Starr y el del soldado que vuelve de la guerra de “There Stands the Glass” de Webb Pierce, a quien sus paisanos rinden homenaje después de haber cometido crímenes atroces), el dinero y el capitalismo (“Money Honey” de Presley: “por más sillas que tengas, sólo tienes un culo”), la condición humana (“Ball of confusión” de The Temptations)… Y, claro, el amor: “You don’t know” de Eddie Arnold,  “If you don’t Know Me by Now” de Harold Melvin y los Blue Notes, “Ruby, Are You Mad?” de Osmond Brothers, “Come Rain or Come Sun” de Judy Garland. También el desamor (“By The Time I Get to Phoenix” en versión de Jimmy Webb). Y hay otras lecturas más personales, como la que hace de “Tutti Frutti” como una reivindicación gay o la defensa de la poligamia en “Cheaper to Keep Her”, de Johnnie Taylor, aunque la defiende desde todos los formatos: “¿he propuesto yo que el matrimonio polígamo tenga que ser masculino-singular contra femenino-plural?”. Y hay temas como “El Paso” de Marty Robbins, “una historia oscura de belleza indescriptible y de muerte”; “Dirty Life and Times” de Warren Zevon, “una canción de belleza mareante”; “Blue Moon” cantada por Dean Martin, “la canción no tiene ningún sentido pero su melodía es una hermosura”. También aprovecha el autor para dar su opinión sobre algunos temas, como su alegato en defensa del cine clásico cuando comenta “Saturday Night at The Movies” de los Drifters y la crítica al cine actual: “No consigue transportarnos desde los asientos del gallinero a un universo maravilloso… La gente sigue hablando de devolver la grandeza a los Estados Unidos. Quizá deberían empezar por las películas”. Este es el enfoque más frecuente de Dylan porque para él lo importante de las canciones es lo que te hacen sentir sobre tu propia vida. Después de leer el libro y de escuchar las canciones a las que dedica sus páginas, creo que se entiende mejor la propia obra de Bob Dylan porque los textos de “Filosofía de la canción moderna” se parecen a las letras de sus canciones.

En fin, decir también que el libro es un auténtico objeto de culto por su cuidada edición y sus fotografías de época. También por el olor que desprenden sus páginas. Un libro para todos los sentidos.

50 AÑOS SIN NINO BRAVO

EL CLUB DE LOS CANTANTES MUERTOS (EN ACCIDENTE)

Francisco R.Pastoriza

         El lunes 16 de abril de 1973 fue una jornada de conmoción para el mundo de la música pop española.  Ese día el cantante Nino Bravo, de 28 años, se trasladaba desde Madrid a Villarrubio, en Cuenca, para terminar la grabación de un disco. El coche que conducía sufrió un trágico accidente en el que perdió la vida. Se cumplen 50 años de la muerte de un cantante cuyo recuerdo sigue vivo a pesar del tiempo transcurrido y está presente en canciones que desde entonces no han dejado de sonar en discotecas y emisoras de radio.

MALDITA CARRETERA

         La música ha sido una de las víctimas más castigadas por los accidentes de tráfico, con importantes bajas de instrumentistas y cantantes. La apretada agenda de grabaciones y conciertos los obliga a viajar constantemente para cumplir compromisos, haciendo cientos de kilómetros cada día.

         Una de las primeras víctimas de la carretera fue la cantante norteamericana Bessie Smith, que murió  el 27 de septiembre de 1937 en un accidente de coche que la trasladaba a Clarksdale, Misisipi, para dar uno de los conciertos de la gira en la que estaba ocupada.     

         En 1960 los músicos de rock and roll Eddie Cochram y Gene Vincent viajaban en Inglaterra en un taxi que se estrelló contra un coche que venía en dirección contraria. Eddie Cochram murió en el acto y Vincent salió ileso (curiosamente había tenido otro accidente unos años antes, que lo dejó cojo de por vida). Eddie Cochram estaba en la cima de su popularidad después de haber tenido éxitos con canciones como “Summertime blues” y “C’mon everybody” y con la película “The Girl Can’t Help It”, en la que cantaba “Twenty Flight Rock”.

         Aunque salvó la vida, la carretera destrozó la carrera de otro cantante de rock and roll, Carl Perkins, que abandonó la música después de que un accidente de tráfico en marzo de 1956, en el que murió su hermano, lo dejara herido de gravedad. Ocurrió en Wilmington, Delaware, cuando iba a grabar en el show de televisión de Ed Sullivan. Autor de “Blue suede shoes”, uno de los grandes éxitos de Elvis Presley, no volvió a grabar hasta los años 80.

         En septiembre de 1977 Marc Bolan, pionero del Glam rock y fundador de Tyrannosaurus Rex (después T. Rex), moría trágicamente en un accidente de tráfico en Londres cuando iba a cumplir 30 años. El coche, conducido por su novia, la cantante Gloria Jones, chocó contra un árbol. Otro miembro de la banda, Steve Currie, también murió en un accidente en Portugal en 1981.

DEMASIADOS ESPAÑOLES

         En 1973 Nino Bravo (nombre artístico de Luis Manuel Ferri Llopis) estaba en la cima de su popularidad y su estilo de baladas interpretadas con una voz poderosa al estilo de Tom Jones había alcanzado importantes hits en España y en Iberoamérica. Había tenido una corta pero fulgurante trayectoria, con sólo cinco discos y unas sesenta canciones, aunque dejó grabado material que fue saliendo poco a poco después de su muerte en otros 32 álbumes. Temas como “Te quiero, te quiero”, “Un beso y una flor”, “Libre” y “Noelia”, aún se escuchan y muchos cantantes han hecho con ellas versiones de éxito. Un museo dedicado a su memoria en su pueblo natal de Aielo de Malferit, en Valencia, recibe numerosas visitas y el periodista Darío Ledesma ha escrito una biografía del cantante, “Nino Bravo. Voz y corazón”.

         La otra víctima más popular de la música española fallecida en accidente fue Cecilia, nombre artístico de Evangelina Sobredo, cuando su coche cruzaba la localidad zamorana de Colinas de Trasmonte y se estrelló contra un carro de bueyes. Fue en la madrugada del 2 de agosto de 1976, cuando regresaba a Madrid después de un concierto en la sala Nova Olimpia de Vigo. En el accidente murió también uno de los músicos que la acompañaban. Tampoco sus canciones han dejado de escucharse desde entonces. “Dama, dama”, “Un ramito de violetas” o “Mi querida España” siguen en el recuerdo de sus contemporáneos pero también gustan a las nuevas generaciones de fans y de cantantes que han hecho nuevas versiones. Dejó también sin publicar maquetas y grabaciones que fueron saliendo poco a poco tras su muerte.

El 9 de febrero de 1980 se celebró en la Escuela de Caminos de la Universidad Politécnica de Madrid un concierto-homenaje a José Enrique Cano, “Canito”, batería del grupo Tos (luego Los Secretos). Actuaron Alaska y los Pegamoides, Mamá, Nacha Pop, Los Bólidos, Mario Tenia y los Solitarios y otras formaciones de aquellos años. Según los expertos, el concierto fue el acto inaugural de lo que se conoce como la Movida madrileña. Canito había muerto apenas un mes antes, el 3 de enero, a consecuencia de un accidente sufrido en la madrugada del día de año nuevo en la N-VI, a la altura de La Navata, al chocar su vehículo con otro conducido por un soldado que se incorporaba al cuartel.

También tuvo éxito durante la época de la Movida madrileña el músico Eduardo Benavente en grupos como Parálisis Permanente y Alaska y los Pegamoides. Murió cuando se trasladaba desde León después de un concierto, para actuar en otro en Zaragoza. Su coche tuvo un accidente en Alfaro, La Rioja, el 14 de mayo de 1983. Tenía 20 años.

Ese mismo año, el 14 de octubre, murió también Jesús de la Rosa, teclista y cantante del grupo Triana, una de las formaciones de más éxito entonces por sus innovaciones en la fusión del rock y el flamenco. El día anterior había tenido un accidente cuando el Citroen que conducía chocó contra una furgoneta a la altura de Villariezo (Burgos) cuando regresaba de un concierto en San Sebastián.

         En 1990 la carretera se cobraba la vida de uno de los rockeros más populares de la música española. Bruno Lomas había sido un cantante muy conocido en los años sesenta y setenta, con temas como “Amor amargo” y versiones de grandes éxitos internacionales como “Rogaré” y “Como ayer”. El 17 de agosto de aquel año, cuando iba a un concierto, el coche que conducía se estrelló contra un camión estacionado en la autopista.

En 1991 otro accidente acabó con la vida de Tino Casal cuando tenía 41 años. El coche en el que viajaba como copiloto se estrelló contra una farola de la M-500 de Madrid cuando se dirigía a un estudio de grabación para terminar uno de sus discos. Su carrera de cantante (era además pintor y escultor) había alcanzado una gran popularidad con una música experimental cercana al tecno pop, muy bien acogida. Había grabado cinco discos y había hecho versiones de canciones de Alaska, Marta Sánchez y Stravaganzza.

Otro accidente de tráfico terminó con la vida del cantautor Patxi Andión en la mañana del 18 de diciembre de 2919. También actor y dedicado a la docencia universitaria en los últimos años de su vida, tenía 72 años cuando se dirigía a Madrid en un Land Rover que, a la altura de Cubo de la Solana (Soria), se salió de la vía y terminó colisionando. Patxi Andión acababa de publicar un disco con el que celebraba medio siglo de carrera.

La última víctima de la música pop fallecida en accidente de tráfico fue Álex Casademunt, de 39 años, que se había hecho famoso gracias a su participación en la primera edición de Operación Triunfo de TVE. Su coche tuvo un accidente en Mataró cuando chocó contra un autobús en una rotonda el 2 de marzo de 2021.

         La muerte en carretera no sólo se cebó con cantantes de pop y rock. El cantaor y guitarrista Manolo Caracol, que trabajó con Lola Flores, murió en 1973 con 63 años, cuando viajaba para actuar en un tablao de Madrid. También murió en accidente de tráfico Niña de Antequera, en 1972. Tenía 51 años.

PRESENCIAS DE BOB DYLAN

El Nobel publica el primer disco con temas nuevos desde 2012

En estos años de sequía experimentó con géneros inéditos en su repertorio

         Bob Dylan acaba de publicar un nuevo disco, un doble CD titulado “Rough and Rowdy Ways”, el primero que graba con nuevas composiciones desde que en 2012 sacara “Tempest”. Pero sin embargo Dylan siempre estuvo ahí, en la primera línea de la actualidad musical. Unas veces con  sus actuaciones por todo el mundo en The Never Ending Tour, una gira interminable que comenzó hace más de doce años y aún continúa. Y otras veces con grabaciones sorprendentes, unas más afortunadas que otras: entre estas últimas, el fallido disco de canciones navideñas “Christmas in the heart”.

DESDE EL SÓTANO A SINATRA

El 29 de julio 1966 un accidente de moto estuvo a punto de terminar con la vida de Bob Dylan. Después de aquella experiencia y mientras se recuperaba, el cantautor se recluyó en el sótano de Big Pink, su casa de Woodstock, con The Hawks, su grupo de acompañamiento, conocido luego como The Band, para hacer música sin las presiones de las discográficas y los conciertos, sólo por el placer de tocar. Aquellas sesiones quedaron registradas en cintas que uno de los músicos grabó con un magnetofón Nagra. En 1975 se publicaron algunas bajo el título de “The basement tapes”, pero se sabía que la mayor parte de aquellas cintas estaban inéditas. Casi cincuenta años más tarde, en noviembre de 2014, vieron la luz más de cien temas de aquellas grabaciones del sótano en una colección de seis discos (The basement tapes complete), del que se hizo una selección en forma de doble CD (The basement tapes Raw) en la que se mezclan temas de varios géneros (blues, country, folk, rock) en un completo recorrido por la historia de la música popular americana del siglo XX. Estas grabaciones forman parte de un compendio que fascina a los coleccionistas dylanianos y que ha venido publicándose a lo largo de varios años, desde 1991, bajo el título “The Bootleg Series”, donde se recogen tomas de prueba, canciones tradicionales, versiones alternativas, esbozos, improvisaciones, jam sessions, algunos directos y otras rarezas. Varios de estos temas habían sido ya grabados por algunos de sus amigos: Joan Baez, Peter, Paul and Mary, The Byrds, Manfred Mann. Otros se publicaron en un doble LP pirata: “Great White Wonder”. El año en que se grabaron las cintas, 1968, era el de la eclosión de la contracultura, el “Sgt. Peppers” de Los Beatles, la sicodelia, el verano hippie del amor y también la etapa más cruda de la guerra de Vietnam. Todo eso sucedía mientras  Bob Dylan aumentaba en secreto su leyenda.

         En aquellos años sesenta era absolutamente impensable que Bob Dylan hiciese versiones de baladas que habían sido éxitos en la voz de crooners, como Tony Bennett, Frank Sinatra, Perry Como o Andy Williams, pero con Dylan nunca se sabe, así que en 2015 sorprendió a sus seguidores (y en realidad a todo el mundo) con “Shadows In The Night”, un álbum de canciones de Frank Sinatra, de quien Dylan, pasados los setenta años, se confesaba admirador en una entrevista (la primera desde hacía mucho tiempo),  que concedió a “AARP the Magazine”, una revista dirigida a mayores de 50. “Para mí, Sinatra siempre ha estado ahí”, dijo a su entrevistador. Eran diez canciones poco conocidas del repertorio de Frank Sinatra, como “I’m a fool to want you”, una de las pocas que firmó como coautor, dedicada a Ava Gardner, o sus versiones de “Stay with me” y de “Las hojas muertas” del francés  Yves Montand. Aunque con un acompañamiento musical totalmente distinto al orquestal y de big band que utilizaba Sinatra, Bob Dylan quiso grabar el disco en los míticos estudios B Capitol de Los Ángeles, donde también grababa La Voz.

Por si fuera poco, en Marzo de 2017 se publicó “Triplicate”, cuyo título desvela un disco triple con 30 canciones que, otra vez, ya había cantado Frank Sinatra, además de otros crooners. Es más, muchas no eran nuevas grabaciones, sino sobras que no habían tenido cabida en “Shadows in the Night”. Ahora se agrupaban en tres discos con títulos de época: “Hasta que caiga el sol”, “Muñecas diabólicas” y “Volviendo tarde a casa”.

Entre medias, en 2016, Dylan anuncia la publicación de “Fallen Angels”, su 37 disco oficial grabado en estudio, otra gran sorpresa, porque se trata de un álbum con grabaciones de temas clásicos de jazz y swing de los años treinta y cuarenta, algunos grabados por Bing Crosby, Glenn Miller y, otra vez, Sinatra: “Young At Heart”, “You’ll Be True”, “All The Way”, “On A Little Street In Singapore”, “All or Nothing”, “It Had To Be You”.

BOB DYLAN Y LA RELIGION

En 2003 llegó a mis manos un extraño CD titulado “Gotta Serve Somebody. The Gospel Songs of Bob Dylan”. Se trata de un disco con canciones religiosas compuestas por Bob Dylan, cantadas por intérpretes tan desconocidos por aquí como Shirley Caesar, Lee Williams, los Fairfield Four, Aaron Neville o Helen Baylor. Sólo un tema, “Gonna Change My Way Of Thinking” estaba cantado por Dylan, acompañado de Mavis Staples. Tengo que confesar que entonces yo desconocía absolutamente esta faceta religiosa de Dylan. El origen se sitúa en una leyenda que cuenta que en Tempe, durante uno de sus conciertos, un asistente lanzó al escenario donde cantaba Dylan un crucifijo de plata que el cantante recogió y guardó en uno de sus bolsillos y que desde entonces lo acompaña e inspira sus canciones con referencias bíblicas. Al parecer, Dylan lleva años dando conciertos en comunidades religiosas con temas de este tipo.

En 2017 Dylan volvió al Gospel con “Trouble No More”, un doble CD con canciones religiosas compuestas entre 1979 y 1981 (una versión de este mismo disco incluía ocho CDs, un libro y un DVD) con temas interpretados con una gran fuerza, como “Ain’t Gonna Go To Hell for Anybody”, y otros que Dylan canta en esos conciertos en los que acompaña sus canciones con sermones y  arengas religiosas en la línea de los telepredicadores.

Y otra sorpresa, aunque en otra línea. En 2019 se publicó “Travelin’ Thru”, un triple disco con temas country, un género que viene acompañando a los norteamericanos  desde los años treinta y cuarenta, y cuyos ritmos están en los orígenes del rock and roll, pero que era rechazado por la progresía por sus letras rurales con mensajes conservadores. Dylan ya había abordado el género en algunos de sus temas y sobre todo en el álbum “John Wesley Harding”, de 1967, grabado en Nashville, la patria del country. Muchos de los temas country grabados por Dylan en los setenta se habían rescatado en la entrega número 15 de “The Bootleg Series”. Pero en 2019 “Travelin’ Thru” recogió muchos de los que habían quedado fuera de esta y otras recopilaciones, algunos de ellos cantados a dúo con clásicos del género como Johnny Cash y Carl Perkins.

Llega ahora “Rough and Rowdy Ways” precedido de “Murder Most Foul”, un tema promocional de 17 minutos que Dylan dio a conocer el 17 de marzo, con el asesinato del presidente norteamericano John F. Kennedy en 1963 como eje central. El nuevo doble CD de Dylan parece recoger todos esos géneros que practicó durante los años de sequía, con referencias al jazz, el rithm and blues, ecos del country rock de Eagles y hasta del sonido Stones. Tal vez no sea su último disco (Dylan tiene ya 79 años: ¿es premonitorio el título “Mother of Muses”, en el que algunos críticos han querido ver un testamento?) pero en todo caso sí que es uno de los mejores de su carrera y un canto a su país. También un homenaje a la poesía de Walt Whitman (“I Contain Multitudes”) y a la belleza lírica de las baladas tradicionales (“Key West”).