¡PERO NO TE OLVIDES DE UCRANIA!

Dos libros de excorresponsales en Moscú analizan los prolegómenos de la invasión

Francisco R. Pastoriza

         El recrudecimiento del conflicto entre Israelíes y palestinos ha rebajado el interés de la opinión pública por la guerra de Ucrania a pesar de que los enfrentamientos siguen siendo allí tan violentos como desde el principio de la invasión. No obstante siguen publicándose libros sobre esta guerra que tratan de clarificar sus causas y advertir de sus consecuencias y también para entender una situación insólita en la Europa del siglo XXI. Dos de los últimos están escritos por dos periodistas, dos mujeres que han sido corresponsales en Moscú en los años que precedieron a la invasión rusa de Ucrania y que aportan testimonios que de algún modo explican cómo se ha llegado hasta aquí.

LA LARGA MARCHA DEL IMPERIALISMO RUSO

         Pilar Bonet fue corresponsal en Moscú del diario “El País” desde los tiempos anteriores a la Perestroika, y actualmente, por su experiencia y por su dedicación al estudio de Rusia y del mundo ex y post soviético, se la considera como una autoridad en el tema. Acaba de publicar “Náufragos del imperio” (Galaxia Gutenberg), una larga crónica de los años que van desde el acceso de Vladimir Putin a la presidencia de Rusia hasta el comienzo de la guerra, con especial dedicación al conflicto del Donbás y a las invasiones de Crimea y Ucrania.  Analiza minuciosamente los últimos acontecimientos, las elecciones de 2004, la revolución naranja que impulsó la política de afirmación nacional y el fracaso de la política pro rusa que culminó con el apoyo de Putin a los movimientos independentistas del Donbás, la anexión de Crimea (sobre la que denuncia operaciones de Rusia para liquidar las huellas de Ucrania y el trasladado de una ingente cantidad de rusos para obtener resultados favorables en referéndums y elecciones) y la invasión de Ucrania, iniciativas acrecentadas tras la victoria de Zelesnki con más del 70 por ciento de apoyo popular. La guerra de Ucrania (a la que Rusia niega ese nombre) fue bendecida como cruzada por Cirilo, el patriarca de la iglesia ortodoxa rusa, que prometió la salvación eterna a los caídos en combate. Putin quiere pasar a la historia como unificador de las tierras rusas, salvador de la religión ortodoxa y “contra los fascistas y la degradación occidental”. Su modelo es la Guerra del Norte (1700-1721) que convirtió a Rusia en imperio.

         El análisis de Pilar Bonet comienza con el asedio y destrucción de la ciudad de Mariupol en febrero de 2022 por aquellos que después se presentaron como sus salvadores. A lo largo de este libro se manifiestan las dos tendencias de la población ucraniana, la que apoya la integración en Rusia (minoritaria) y la que prefiere la independencia del país y el acercamiento a la Unión Europea, origen del conflicto que estalla con virulencia en 2014 tras la anexión rusa de Crimea. El apoyo mayoritario a la postura pro europea provoca el refuerzo de las presiones de Putin con medidas económicas y culturales. Rusia inició una fuerte campaña de desprestigio de Ucrania, incluidas calificaciones de fascistas y neonazis, y rescatando el término de Novorossia (Nueva Rusia) para justificarlas (en los siglos XVIII y XIX Novorossia eran las tierras conquistadas por el imperio zarista). Exhorta a las Fuerzas Armadas de Ucrania a un golpe de estado contra su gobierno, al que califica de “pandilla de drogadictos y neonazis”.

Recogiendo testimonios de ciudadanos en todos los territorios de Ucrania (y de todas las tendencias), Pilar Bonet retrata con realismo la toma de Crimea y el apoyo de Putin a las sublevaciones de los independentistas del Donbás, un apoyo que se transforma en anexión tras celebrar referéndums fantasma durante la guerra.

LA ERA PUTIN

         Anna Bosch, corresponsal de TVE en Moscú durante los años decisivos de la transición del poder entre Boris Yeltsin y Vladimir Putin ha publicado “El año que llegó Putin” (Catarata) un libro en el que cuenta sus experiencias en Rusia, analiza la transición y ofrece un diagnóstico sobre la deriva del régimen de Putin.

         Cuando cayó el comunismo en la antigua Unión Soviética, sus ciudadanos pensaron que la libertad y la riqueza llegarían de la mano y que el futuro se iba a parecer a la imagen que tenían de las sociedades occidentales. El nuevo régimen, por el contrario, empobreció a aquella sociedad ilusionada que veía cómo sólo unos pocos oligarcas se enriquecían con la corrupción mientras los demás estaban condenados a una pobreza más precaria que la que habían sufrido con el comunismo, donde al menos tenían asegurado un mínimo sustento y una seguridad de la que ahora carecían. Se apoderó de ellos un sentimiento de frustración por haber pasado Rusia de ser una potencia respetada (y temida) a un país débil y humillado, sometido a los Estados Unidos y Occidente. Esto provocó la necesidad de encontrar un líder fuerte que devolviera al país su antiguo esplendor.

         Putin era un desconocido incluso para los rusos cuando Yeltsin decidió  nombrarlo primero jefe de Gobierno y más tarde su sucesor en la presidencia. Se pensaba que, como ocurriera con los anteriores primeros ministros  (Chernomirdin, Kirienko, Primakov, Stepashin), este antiguo jefe de la KGB no iba a durar mucho en el cargo. Pero Putin supo manipular aquel sentimiento de frustración de la sociedad rusa y convertirlo en el eje de su futura política, prometiendo devolver al país el respeto perdido y terminar con la corrupción que había enriquecido a los oligarcas, al tiempo que expresaba la voluntad de terminar la guerra de Chechenia. Pero los oligarcas no desaparecieron (sólo los que se enfrentaban a Putin) y la guerra se agravó durante su mandato. Al mismo tiempo comenzó una campaña de culto a la personalidad y a la imagen de Putin como un líder fuerte y sano, simultánea a otra de desprestigio hacia Occidente y los regímenes liberales.

         La represión comenzó a manifestarse en la censura y la prohibición de los medios críticos con el Gobierno y con el Kremlin, en el recorte de libertades y en extraños acontecimientos que hacen sospechar la larga mano del poder en los asesinatos de Litvinienko por envenenamiento, de Berezovski “ahogado” en su bañera, de Glushkov extrangulado… o de la periodista Anna Politkovskaya, asesinada en su casa de Moscú.

         Es ilustrativo de la situación de control que se ejerce sobre la sociedad el hecho de que se aprueben leyes cuyo cumplimiento es poco menos que imposible, que se haga la vista gorda sobre su transgresión, pero que si en un momento determinado se necesita anular a alguien incómodo, se le detenga o se le multe por haber incumplido alguna de esas leyes. Por ejemplo, se prohíbe poseer una cantidad superior a 50 dólares, cuando la mayoría de los frecuentes sobornos a policías o funcionarios suelen superar los 100.

         Además de las anécdotas y de algunos detalles que hacen muy atractiva la lectura de este libro, se cuentan aquí acontecimientos dramáticos como la toma de rehenes en el  Teatro Dubrovka de Moscu, que terminó con la muerte de más de 130 ciudadanos inocentes, el hundimiento de submarino Kursk, donde murieron 118 marinos rusos ante la impotencia de las autoridades y la impasibilidad de un Vladimir Putin que no interrumpió sus vacaciones. Bosch destaca el papel de las mujeres rusas y su valor haciendo frente en solitario a los abusos de las autoridades.

EL ADAGIÓGRAFO 3/24

2. Reflexión para el fin de semana

“Voy a serles franco: estoy hasta los cojones de todos nosotros”. Estanislao Figueras, presidente de la I república  antes de marcharse de España

7. La ley de amnistía se ha convertido en el campo de batalla entre el Gobierno y una parte de la judicatura.

“Las leyes son como telas de araña: los animales más débiles quedan detenidos en ellas, pero los más fuertes las atraviesan sin dificultad”. Anacarsis

9. Reflexión para el fin de semana.

“Buscando la pregunta a una respuesta que no conozco” (Útima frase del narrador de la película “A los que aman” de Isabel Coixet

11. Lo ha dicho Feijoo, sin que le diera la risa: “Sánchez caerá por la mentira y la corrupción”.

“París bien vale una misa”. Enrique de Borbón, cuando se convirtió al catolicismo para poder coronarse rey de Francia

12. Con el ataque al retrato de Lord Balfour por una manifestante propalestina, el Arte se ha convertido en la víctima de cualquier protesta.

“Principio del arte: reencontrar más de lo que se ha perdido”. Elias Canetti

13. Muy oportuno el Oscar a “La zona de interés” para que el Holocausto no caiga en el olvido en un momento en el que los únicos que no parecen recordarlo son los judíos.

“La historia contemporánea ha dividido a los seres humanos en dos categorías: los que son confinados en campos de concentración por sus enemigos y en campos de internamiento por sus amigos”. Hannah Arendt

16. Reflexión para el fin de semana

El corazón tiene razones que la razón no entiende. Pascal

20. Donald Trump promete hacer de dictador por un día para promover la deportación masiva de inmigrantes. Después, por la noche ya se vuelve otra vez demócrata.

“Si alguna vez el fascismo llega a Estados Unidos lo hará en nombre de la libertad”. Thomas Mann

21. Putin dice que financiar armas para Ucrania con los fondos rusos congelados por la UE va contra el Derecho internacional. Por lo visto, invadir un país, no.

“No confío en nadie. Ni en mí mismo”. Jósif Stalin

23. Reflexión para el fin de semana.

“Todo es ajeno a nosotros. Tan sólo el tiempo es nuestro”. Séneca

24. Putin sobre el atentado terrorista en Moscú: “Un atentado bárbaro y sangriento contra personas pacíficas e inocentes”. Una definición perfecta para aplicarla a los bombardeos sobre Ucrania y Gaza.

“No preguntes por quién doblan las campanas, doblan por ti”. John Donne

31. Reflexión para el fin de semana

Contra el pesimismo de la razón siempre nos queda el optimismo de la voluntad. Gramsci

EL PADRINO A LOS CIEN AÑOS

EUFEMÉRIDES

En el centenario del nacimiento de Marlon Brando

         1973 fue el año en el que Marlon Brando llegó a lo más alto de su carrera gracias sobre todo a su papel en la película “El padrino” de Francis Ford Coppola. Por este trabajo fue galardonado con el Oscar al mejor actor, un premio que no fue a recoger. En su lugar envió a Sacheen Littlefeather, una actriz que se hizo pasar por activista de los derechos civiles de los indios para leer un manifiesto de protesta por la imagen que Hollywood daba de ellos en sus películas. Aquellos días el tema de la colonización americana estaba de actualidad gracias al éxito del libro de Dee Brown “Enterrad mi corazón en Wounded Knee”, donde en 1890 habían sido masacradas varias tribus sioux. En febrero de 1973 los descendientes de aquellas víctimas habían tomado la aldea de Wounded Knee, al sur de Dakota, para obligar al gobierno a negociar sobre las condiciones de vida en las reservas. El tema estaba en todo su apogeo cuando se celebró la ceremonia de los Oscar. El incidente de Hollywood tuvo repercusiones para Brando en sus relaciones con las productoras, reacias a contratar a quien se había mostrado tan crítico con la industria. No volvió a protagonizar ninguna otra película de éxito. En 1972 había rodado también  “Último tango en París”, de Bernardo Bertolucci, una tórrida historia de amor y sexo que incluía una violación que años después, María Schneider, la actriz protagonista, reveló que había sido real por voluntad del propio Brando. Después de estas películas sólo cabe destacar un papel secundario en “Apocalipse Now”, también de Ford Coppola. Sin embargo seguía siendo uno de los actores mejor pagados: por una brevísima aparición en “Superman” cobró en 1978 cuatro millones de dólares. En España rodó en 1992 “Cristóbal Colón: el descubrimiento” interpretando al inquisidor Torquemada, un papel secundario por el que le pagaron 500 millones de pesetas.

         Marlon Brando estuvo familiarizado con el mundo de los escenarios y los platós desde que naciera el 3 de abril de 1924, hace cien años. Su padre era un productor de cine de origen alemán, alcohólico y mujeriego, que había tenido algunos éxitos con películas protagonizadas por James Cagney, Gary Cooper y Sidney Poitier. Su madre, Dorothy Pennebaker, actriz de teatro, que sufría trastorno bipolar, murió alcoholizada en 1954. Fue ella quien transmitió a su hijo (y también a su hermana Jocelyn) la atracción por los escenarios de teatro y los estudios de cine.  Como homenaje, Marlon Brando tituló su autobiografía “Las canciones que mi madre me enseñó”, que escribió en 1994 con Robert Lindsey. Después de la muerte de su madre, Marlon Brando, tercero de los hijos del matrimonio, se trasladó a vivir a la casa de su hermana en el Greenwich Village de Nueva York huyendo de la autoridad de un padre prepotente y represor. Aunque también el comportamiento del joven Brando dejaba mucho que desear, expulsado de todos los colegios en los que había estudiado y de la academia militar de Minnesota a donde lo había enviado su padre. Gracias a los contactos de su hermana, en Nueva York recibió clases de teatro de Stella Adler, Elia Kazan y Lee Strasberg en el Actor’s Studio siguiendo el método Stanislavski. Comenzó haciendo teatro en papeles dramáticos muy elogiados por la crítica, pero muy pronto se vio atraído por el cine, donde Elia Kazan lo convirtió en estrella dándole el papel protagonista de “Un tranvía llamado deseo”, una obra de Tennessee Williams con la que Brando ya había triunfado en el teatro. Kazan volvió a dirigirlo en “Viva Zapata”, otra de sus primeras grandes interpretaciones. Fue nominado tres veces al Oscar, por esas dos películas y por “Julio César”. Por fin consiguió la estatuilla por su papel en “La ley del silencio”. Su carrera siguió con “Rebelión a bordo”, “El rostro impenetrable” (que también dirigió), “La jauría humana” y “Reflejos en un ojo dorado”, que no consiguieron los elogios de sus anteriores trabajos pero lo mantuvieron en primera línea. A finales de los años sesenta, su descuidada imagen de abandono, su obesidad, sus problemas con el alcohol y su retiro a la isla de Tetiaroa, en la Polinesia francesa, que Marlon Brando compró en 1966 a los descendientes de la familia real de Tahití, hicieron que el cine se olvidara de él. La necesidad de mantener a sus numerosas amantes y a los once hijos que había tenido de sus tres matrimonios lo obligó a regresar al tajo. En “Las canciones que mi madre me enseñó” reconoce haber tenido un breve romance con Marilyn Monroe, que cree que fue asesinada, y una relación más seria con Rita Moreno, a quien según cuenta la actriz en sus memorias, obligó a abortar cuando quedó embarazada. Su última esposa, la tahitiana Tarita Teriipia, a quien conoció durante el rodaje de “Rebelión a bordo”, publicó tras su divorcio un libro demoledor sobre su relación con Brando. Así pues, fueron las dificultades económicas las que obligaron al actor a regresar a los estudios para pedir a Ford Coppola el papel de don Vito Corleone en “El padrino”, un personaje que lo había fascinado desde que leyó la novela de Mario Puzo. A pesar de la inicial oposición de la Paramount, el director consiguió imponer su criterio sobre quién debía interpretar a don Vito. Y fue todo un acierto.

Los últimos años de la vida de Marlon Brando no fueron precisamente de vino y rosas. El novio de Cheyenne, una de sus hijas, fue asesinado en la residencia familiar que los Brando tenían en Mulholland Drive, el barrio al pie de las colinas de Hollywood. Christian, hermanastro de Cheyenne, fue acusado como autor material del crimen y condenado a prisión, donde pasó seis años. En 1995 Cheyenne se ahorcó en el dormitorio de su casa en Tahití y Christian también se suicidó al año siguiente en Los Ángeles. A pesar de estos golpes Marlon Brando continuó haciendo algunas películas (“The Score”, “Un golpe maestro”, “El regreso de Supermán”) y manteniendo sus actividades de apoyo a la causa de los Black Panthers, la oposición a la pena de muerte y como embajador de Unicef. Mimado por la popularidad, en sus memorias afirma que la fama es  estúpida y destructiva: “ha sido mi perdición, me ha obligado a vivir una vida falsa… la gente no se relaciona contigo por la persona que eres, sino con el mito que creen que eres, y el mito está equivocado”.     

         En la historia del cine Marlon Brando forma parte de una generación de grandes actores cuyos nombres conformaron toda una era dorada del séptimo arte: James Dean, Paul Newman, Kirk Douglas, Rock Hudson, Montgomery Clift, Steve McQueen… La revista “Time” calificó a Brando como “el mejor actor del siglo XX”, o sea, el mejor de todos ellos.  Murió el 1 de Julio de 2004, solo y arruinado aunque, pese a las presiones de todo tipo, sin vender su isla tahitiana en la que seguía viviendo. A su muerte pasó a ser propiedad de su hijo Teihotu y hoy es un resort de lujo bautizado con el nombre del actor.