EUFEMÉRIDES
EL OESTE SE LLAMABA JOHN FORD
50 AÑOS DE LA MUERTE DEL DIRECTOR DE CINE
Francisco R. Pastoriza
Ayer murió John Ford, decía el titular de un periódico que leí un día de hace hoy 50 años. En 1973 todo el mundo sabía que John Ford era director de cine a pesar de que entonces se acudía a las salas más por los actores y las actrices que por los directores. John Wayne, Kirk Douglas, Elizabeth Taylor, James Dean, Sofía Loren, Paul Newman, Ava Gardner o Marlon Brando tiraban más que Frank Kapra, Howard Hawks, Lubitsch o Mankiewicz. Ford, junto con Hitchcock, era el único que todo el mundo sabía que era director de cine. Sus películas compensaban siempre el precio de la entrada: todas eran buenas. Todas eran también del Oeste, género que después dio en llamarse Western, y las pocas que no lo eran, sobre todo las bélicas, lo parecían: contaban historias que se adaptaban a las estructuras de aquella épica de la conquista americana. Las rodaba en escenarios naturales de Monument Valley, entre Utah y Arizona, en la reserva de los indios navajos. A pesar de que los retrataba como perdedores, sentía un gran respeto por los indios y en su último western, “El gran combate”, les rindió homenaje. Era el único director que contrataba a nativos verdaderos para sus películas. Sentía también admiración por los militares que habían participado en la Segunda Guerra Mundial, de cuyas gestas fue testigo en la batalla de Midway, en la que resultó herido, y por eso para sus películas bélicas contrataba a veteranos de guerra.
Gracias a las películas de John Ford sabíamos más de la intrahistoria de los Estados Unidos que de la de nuestro país. Nombres de estados y ciudades, de batallas, de generales y de políticos, de pistoleros legendarios, de forajidos y de héroes nacionales, nos eran más familiares que nuestros lugares y personajes. Cuando comenzamos a ver el cine con otros ojos descubrimos con la crítica especializada que aquellas películas no eran sólo productos de entretenimiento sino verdaderas obras maestras. Otra de las virtudes del cine de John Ford es que no envejece con el tiempo. Hoy se pueden ver “El hombre que mató a Liberty Valance”, “La diligencia” o “El hombre tranquilo” con la misma fascinación que cuando se estrenaron hace más de setenta años.
John Ford era el decimotercer hijo de una pareja de colonos irlandeses. Trabajaba como publicitario de una fábrica de zapatos hasta que uno de sus hermanos, que estaba en el mundo del cine, le consiguió un papel de extra en “El nacimiento de una nación” de Griffith y ahí nació una pasión que ya nunca iba a abandonarlo. Su primera película, de 1917, ya era del Oeste. Le siguieron otras 62 mudas, casi todas protagonizadas por Harry Carey, casi todas del Oeste y casi todas perdidas. Con la Fox rodó más de 50, entre ellas “Caballo de hierro” (1920), la primera superproducción y su primer gran éxito. Por incumplir un contrato que le obligaba a no beber durante los rodajes, abandonó la Fox y pasó a trabajar para Universal y la Metro Goldwyn Mayer. No volvió hasta que cambió de dueños y pasó a llamarse 20th Century Fox.
En los últimos años su imagen se identificaba con una pipa y un parche que le tapaba un ojo a causa de las secuelas de una operación de cataratas, aunque él fomentaba la leyenda de que era tuerto. No lo era. Además, tampoco fumaba.
En 1928, durante el rodaje de “El legado trágico”, conoció al actor que mejor iba a protagonizar su cine. Se llamaba John Wayne y fue su mejor amigo. Y no era fácil tratarlo: a James Stewart lo insultó durante el rodaje de “Dos cabalgan juntos” y con Henry Fonda llegó a las manos en el de “Mr. Roberts”. No volvieron a hablarse.
En 1939 con “La diligencia” inició una etapa de películas que fueron grandes éxitos una detrás de otra. A John Wayne, su protagonista, se le identificó desde entonces con el prototipo de héroe del Oeste. Un héroe de connotaciones conservadoras y hasta reaccionarias, a pesar de que Ford era demócrata: admiraba a Roosevelt y a John F. Kennedy, apoyó a las Brigadas Internacionales que ayudaron a la República española durante la guerra civil y combatió el nazismo.
“La diligencia” consiguió dos Oscar menores de los ocho a que fue nominada pero marcó un antes y un después no sólo del cine de John Ford sino de todo el género. Siguieron “Las uvas de la ira”, “¡Qué verde era mi valle!”, “Pasión de los fuertes”, “La ruta del tabaco”, “Centauros del desierto”, “El sargento negro”… títulos que forman parte de la mitología del cine clásico y que aún congregan grandes audiencias cada vez que se reponen en televisión. Con ellas ganó siete Oscar. No se presentó a recoger ninguno.